From The Pastor's Desk

September / Septiembre 3

Dear Parishioners,

I thought I would take the opportunity to share with you an experience I recently had before arriving here in Philadelphia at St. Peter the Apostle Church. Before beginning our new assignments, we are given time to gather our things together and relax before our work begins—a new chapter in our ministry. During this time, I had the opportunity to attend a Foreigner concert at the Northwell Health Jones Beach Theater on Long Island, New York. The rock group Foreigner released their debut album in 1977 and has had 14 top twenty hits. Even if you don’t recognize the name Foreigner, you likely have heard and may even know the lyrics to many of their songs.

During this concert, something unique took place before a sold-out crowd of fifteen thousand people as the group began to perform their hit song “I Want to Know What Love Is.” It became apparent that not only did those present recognize the music, but they also knew every word, and that reality was made known in a very real way. The lead singer invited the audience to sing the song’s refrain; he sang a line and asked the audience to do the same. As the audience began to sing each word with constant encouragement, “I want to know what love is; I want you to show me.” The words seemed to come from one voice; in reality, the individual voices of fifteen thousand people were being heard.

Those singing were caught up in a communal experience, something bigger than themselves. No one seemed concerned that their voice wasn’t good enough or that they weren’t singing in key, and any signs of being self-conscious seemed to disappear. The words they sang seemed to come from a place deep within, a longing for something they knew and experienced but always left them wanting more. Whenever we share or experience love through another, there invariably comes a time when we seek its source. We sense that love is much more than the person who expresses it or experiences it. We know what we experience in love is much bigger than us all. What we experience in love is more than a feeling or an emotion; instead, it is an encounter with God, the reason for our existence. In the fourth chapter of John’s gospel, we hear, “Whoever loves has been born of God and knows God, because God is love.”

For this reason, I imagine we are often restless because we seek something we never fully possess but continuously long for. We sense in our bones that we are not the authors of love; instead, we experience, share, and receive it. That said, it looks as if God would be the only one capable of responding to the song’s refrain: “I want to know what love is; I want you to show me.” This seems to sum up all our spiritual lives over a lifetime. God is telling us and showing us who he truly is; we know that is love.

Fr. Mike

Estimados feligreses:

Pensé en aprovechar la oportunidad para compartir con ustedes una experiencia que tuve recientemente antes de llegar aquí a Filadelfia, en la Iglesia de San Pedro Apóstol. Antes de comenzar nuestras nuevas asignaciones, se nos da tiempo para juntar nuestras cosas y relajarnos antes de que comience nuestro trabajo: un nuevo capítulo en nuestro ministerio. Durante este tiempo, tuve la oportunidad de asistir a un concierto de Foreigner en el Teatro Northwell Health Jones Beach en Long Island, Nueva York. El grupo de rock Foreigner lanzó su álbum debut en 1977 y ha tenido 14 éxitos entre los veinte primeros. Incluso si no reconoces el nombre Foreigner, es probable que hayas escuchado e incluso conozcas la letra de muchas de sus canciones.

Durante este concierto, algo único ocurrió ante una multitud de quince mil personas con entradas agotadas cuando el grupo comenzó a interpretar su exitosa canción “I Want to Know What Love Is”. Se hizo evidente que los presentes no sólo reconocían la música, sino que también conocían cada palabra, y que la realidad se daba a conocer de una manera muy real. El cantante principal invitó al público a cantar el estribillo de la canción; cantó una línea y pidió al público que hiciera lo mismo. Mientras el público comenzaba a cantar cada palabra con constante aliento, “Quiero saber qué es el amor; Quiero que me lo muestres”. Las palabras parecían venir de una sola voz; en realidad, se escuchaban las voces individuales de quince mil personas.

Quienes cantaban quedaron atrapados en una experiencia comunitaria, algo más grande que ellos mismos. Nadie parecía preocupado de que su voz no fuera lo suficientemente buena o de que no estuvieran cantando en clave, y cualquier signo de cohibición pareció desaparecer. Las palabras que cantaron parecían venir de un lugar muy profundo, un anhelo por algo que conocían y experimentaban pero que siempre los dejaba con ganas de más. Siempre que compartimos o experimentamos amor a través de otra persona, invariablemente llega un momento en que buscamos su fuente. Intuimos que el amor es mucho más que la persona que lo expresa o lo experimenta. Sabemos que lo que experimentamos en el amor es mucho más grande que todos nosotros. Lo que experimentamos en el amor es más que un sentimiento o una emoción; más bien, es un encuentro con Dios, la razón de nuestra existencia. En el cuarto capítulo del evangelio de Juan, escuchamos: "El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios, porque Dios es amor".

Por esta razón, imagino que a menudo nos sentimos inquietos porque buscamos algo que nunca poseemos del todo pero que anhelamos continuamente. Sentimos en nuestros huesos que no somos los autores del amor; en cambio, lo experimentamos, lo compartimos y lo recibimos. Dicho esto, parece que Dios sería el único capaz de responder al estribillo de la canción: “Quiero saber qué es el amor; Quiero que me lo muestres”. Esto parece resumir toda nuestra vida espiritual a lo largo de toda la vida. Dios nos está diciendo y mostrándonos quién es él realmente; Sabemos que eso es amor.

Padre Mike

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