From The Pastor's Desk

September / Septiembre 1

Dear Parishioners,

The suffering and death of Saint John the Baptist greatly parallels the suffering and death of Jesus. They were cousins. John was one of the first to acknowledge the divine presence of our Lord when he leaped for joy in the womb of his mother during the Visitation of Mary to Elizabeth. John lived a holy and simple life, embracing His mission to prepare the way for the Lord. He was the last and greatest of the Old Testament prophets. Of him, Jesus said that there was no one born of a woman who was greater than John. For these reasons, we should not be the least bit surprised that John’s suffering and death paralleled and prefigured the death of the Savior of the World.
Herod was fearful of John, believing him to be a holy man of God. He imprisoned him with a certain regret, knowing that he was innocent. Similarly, before Pilate condemned Jesus to death, he found Him not guilty of any crime. Pilate knew Jesus was innocent but allowed fear to direct his choice to condemn our Lord.
John was ultimately killed because of the hatred and plotting of Herodias, the unlawful wife of Herod. It was Herodias’ anger that became a weapon, forcing Herod to put John to death. Similarly, it was the jealousy and anger of the religious leaders at that time that instigated and drove the death of Jesus. Pilate, like Herod, was at first unwilling to condemn our Lord. But the relentless hatred of the scribes and Pharisees compelled Pilate to condemn Jesus, just as it was Herodias’ hatred that compelled Herod to kill John.
After John’s death, some of his disciples came to carry his body away for burial. This was permitted by Herod, perhaps because of his feelings of guilt. So also with our Lord, Pilate permitted some disciples and the holy women to carry Jesus’ dead body to the tomb for burial.
In the end, the good fruit of Jesus’ death infinitely overshadowed the crime that was committed against Him. So also with John. We can be certain that, as a martyr, the blood he shed as a witness to Christ bore spiritual fruit that surpassed all he had done in his public ministry.
Each of us is called to imitate our Lord and, therefore, should also take inspiration from Saint John the Baptist. They both were innocent but suffered greatly. They both spoke the truth, despite the hatred of some. They both gave their lives, in accord with the Father’s plan. Jesus was John’s Savior; John was but a precursor and servant of our Lord.
Reflect, today, upon the invitation God has given to you to imitate the life of John the Baptist by uniting

yourself to his Lord. The first form of imitation will take place when you commit yourself to the proclamation of the truth in accord with your mission. What mission has God given to you? How is He calling you to proclaim the Gospel with courage, strength, determination and fidelity to the end? Reflect, also, upon the injustice inflicted first upon John and then upon our Lord. As you do, try to look at any injustice you have received in life in the light of John’s and Jesus’ lives. They did not run away from injustice. They embraced it as a sacrifice and offered it to the Father in Heaven. Jesus’ Sacrifice brought forth the Salvation of the World; John’s was but a sharing in that glorious offering. Make your offering with them, and do not hesitate to do so with deep love and trust in the Father’s plan. (Reflection from catholic-daily-reflections)

Blessings,
Fr.Mike

Queridos Feligreses,

El sufrimiento y la muerte de San Juan Bautista guardan un gran paralelismo con el sufrimiento y la muerte de Jesús. Eran primos. Juan fue uno de los primeros en reconocer la presencia divina de nuestro Señor cuando saltó de alegría en el vientre de su madre durante la Visitación de María a Isabel. Juan vivió una vida santa y sencilla, abrazando su misión de preparar el camino para el Señor. Fue el último y más grande de los profetas del Antiguo Testamento. De él, Jesús dijo que no había nacido de mujer nadie más grande que Juan. Por estas razones, no debería sorprendernos en lo más mínimo que el sufrimiento y la muerte de Juan fueran paralelos y prefiguraran la muerte del Salvador del mundo.
Herodes temía a Juan, pues creía que era un hombre santo de Dios. Lo encarceló con cierto remordimiento, sabiendo que era inocente. De la misma manera, antes de que Pilato condenara a muerte a Jesús, lo declaró inocente de ningún delito. Pilato sabía que Jesús era inocente, pero permitió que el miedo guiara su decisión de condenar a nuestro Señor.
Juan fue finalmente asesinado debido al odio y la conspiración de Herodías, la esposa ilícita de Herodes. Fue la ira de Herodías la que se convirtió en un arma, obligando a Herodes a ejecutar a Juan. De manera similar, fueron los celos y la ira de los líderes religiosos de ese tiempo los que instigaron y llevaron a la muerte de Jesús. Pilato, al igual que Herodes, al principio no estaba dispuesto a condenar a nuestro Señor. Pero el odio implacable de los escribas y fariseos obligó a Pilato a condenar a Jesús, así como fue el odio de Herodías lo que obligó a Herodes a matar a Juan.
Después de la muerte de Juan, algunos de sus discípulos fueron a llevarse su cuerpo para enterrarlo. Herodes lo permitió, tal vez por su sentimiento de culpa. Lo mismo sucedió con nuestro Señor: Pilato permitió que algunos discípulos y las santas mujeres llevaran el cuerpo muerto de Jesús al sepulcro para enterrarlo.
Al final, el fruto bueno de la muerte de Jesús eclipsó infinitamente el crimen que se cometió contra Él. Lo mismo sucedió con Juan. Podemos estar seguros de que, como mártir, la sangre que derramó como testigo de Cristo produjo un fruto espiritual que superó todo lo que había hecho en su ministerio público.
Cada uno de nosotros está llamado a imitar a nuestro Señor y, por tanto, también debe inspirarse en San Juan Bautista. Ambos eran inocentes, pero sufrieron mucho. Ambos dijeron la verdad, a pesar del odio de algunos. Ambos dieron su vida, según el plan del Padre. Jesús fue el Salvador de Juan; Juan fue sólo un precursor y siervo de nuestro Señor.

Reflexiona hoy sobre la invitación que Dios te ha dado para imitar la vida de Juan el Bautista uniéndote a su Señor. La primera forma de imitación se llevará a cabo cuando te comprometas a proclamar la verdad de acuerdo con tu misión. ¿Qué misión te ha dado Dios? ¿Cómo te está llamando a proclamar el Evangelio con coraje, fuerza, determinación y fidelidad hasta el final? Reflexiona también sobre la injusticia infligida primero a Juan y luego a nuestro Señor. Mientras lo haces, trata de mirar cualquier injusticia que hayas recibido en la vida a la luz de las vidas de Juan y Jesús. Ellos no huyeron de la injusticia. La aceptaron como un sacrificio y la ofrecieron al Padre en el Cielo. El sacrificio de Jesús trajo la salvación del mundo; el de Juan no fue más que una participación en esa ofrenda gloriosa. Haz tu ofrenda con ellos, y no dudes en hacerlo con profundo amor y confianza en el plan del Padre. (Reflexión de catholic-daily-reflections)

Bendiciones,
Padre Mike

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